divendres, 11 de juliol del 2008

CAPERUCITA ROJA POLÍTICAMENTE CORRECTA

Había una vez una persona de corta edad conocida como la Caperucita Roja que vivía con su madre biológica y tutora en el umbral del bosque. Un día, su madre biológica le pidió si podía llevarle una cesta con fruta fresca y agua mineral sin gas a la primera residencia de su abuela, pero no para que lo considerara una trabajo propio del sexo femenino, atención, sino porque eso representaba un acto desinteresado y generoso que contribuía a afirmar la sensación de comunidad y los lazos familiares. Además, que su abuela no se podía considerar que estuviera enferma, sino que tenía una salud física y mental muy buena para su edad, ya que era perfectamente capaz de cuidarse por ella misma tal como la persona adulta y madura que era.
Así, Caperucita Roja cogió su cesta y emprendió el camino a través del bosque, aunque mucha gente creía que éste era un lugar siniestro y peligroso, hecho por el cual nunca se aventuraban por este sitio. Caperucita Roja, por el contrario, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse acobardada por una imaginación tan fácilmente clasificable dentro de la corriente freudiana. De camino a la casa de su abuela, Caperucita Roja se vio abordada por un lobo común que le preguntó qué cosas llevaba en la cesta.
- Un saludable y nutritivo refrigerio para mi abuela que, sin ningún tipo de duda, es perfectamente capaz de cuidarse por ella misma tal como la persona adulta y madura que es- respondió.
- No sé si sabes, niña - dijo el lobo - que es muy peligroso para una persona femenina menor de edad el recorrer toda suela este bosque.
Respondió Caperucita Roja: - Considero esa observación sexista y, en cierto extremo, insultante, pero haré caso omiso de ésta, debido a tu tradicional condición de proscrito social y a la perspectiva existencial (en tu caso propia y globalmente válida) que la angustia de tal condición te produce y que te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me disculpas, debo continuar mi camino. Y Caperucita Roja se enfiló de nuevo por la senda.
Sin embargo, el lobo, liberado por su condición de segregado social de esa esclava dependencia del pensamiento lineal tan propia de Occidente, conocía una ruta más rápida para llegar antes en casa de la abuela. Después de irrumpir bruscamente en ésta, devoró a la anciana, adoptando con esto una línea de conducta completamente válida por cualquier carnívoro. A continuación, inmune a las rígidas nociones tradicionales de lo masculino y lo femenino y mostrando una cierta tendencia al travestismo, se puso la camisa de dormir de la abuela y se arrinconó en la cama.
Caperucita Roja entró en la cabaña y dijo: - Abuela, te he llevado algunas golosinas bajas en grasas y calorías en reconocimiento a tu papel de sabia y generosa matriarca.
- Acércate más, criatura, para que pueda verte bien - dijo suavemente el lobo desde la cama.
- ¡Oh! - contestó Caperucita Roja - Había olvidado que visualmente estás más limitada que un topo. Sin embargo, abuela, ¡qué ojos tan grandes que tienes!
- Han visto mucho y han perdonado mucho también, cariñito.
- Y, abuela, ¡Qué nariz más grande tienes!- relativamente hablando, claro está, y a su modo indudablemente atractivo.
- Ha olido mucho y ha perdonado mucho también, cariñito.
- Y, abuela, qué dientes tan grandes tienes!
Respondió el lobo: - Soy feliz de ser quien soy, el que soy y como soy.- Y, botando de la cama, capturó a Caperucita Roja con sus garras, dispuesto a devorarla.
Caperucita Roja gritó, no por la nombrada anteriormente tendencia del lobo hacia el travestismo, sino por la deliberada invasión que se había producido de su espacio personal individual. Sus gritos legaron a l'oído de un operario de la industria carpintera (o técnico en combustibles vegetales, como él mismo gustaba de considerarse) que pasaba por allí. Solamente entrar en la residencia, se percató del revuelo y trató de intervenir. Sin embargo, apenas había alzado su hacha, cuando tanto el lobo como Caperucita Roja es detuvieron simultáneamente.
- ¿Se puede saber con exactitud qué cree usted que está haciendo? - inquirió Caperucita Roja.
El operario carpintero parpadeó e intentó responder, pero las palabras no pudieron ser articuladas por él.
- Con qué derecho se cree usted que puede irrumpir aquí como un Neanderthal cualquiera y delegar su capacidad de reflexión en la arma que lleva usted al detrás? - prosiguió Caperucita Roja-. ¡Sexista! ¡Racista! ¿Cómo osa de dar por supuesto que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus diferencias sin la ayuda de un hombre?
Aprovechando la ocasión del apasionado discurso de Caperucita Roja, la abuela salió de la tripa del lobo, le robó el hacha al operario carpintero y le cortó la cabeza al hombre sorprendido. Concluida la odisea, Caperucita Roja, la abuela y el lobo creyeron experimentar cierta afinidad en sus objetivos, y decidieron instaurar una forma alternativa de comunidad basada en la cooperación y el respeto mutuo, donde quedara excluida la marginación y la violencia y, todos tres juntos, vivieron felices y en paz en el bosque por siempre.