dilluns, 14 de juliol del 2008

PARIDA 21

Esto viene dado por confusiones que parecen sacadas de una película de Alfredo Landa, pero no, las he he yo.

Una vez tenía una novia que no tenía un conejo, sino una liebre [la liebre es más grande]. La conocí por Internet, y me atrajo desde el primer momento, ya que me dijo que tenía unos labios muy grandes. Cuando quedamos en persona para hacer cochinadas le dije que no tenía morro, y se bajó las bragas y... y tenía razón. Y también tenía un de eso que no gastaba tampones de tan grande que lo tenía, sino que gastaba un rodillo (el mortero) enrollado con algodón.
Y yo me bajé los pantalones y le dije que ahora vería una escopeta. Sí, de cañones recortados.- me respondió. Pero quedamos en paz cuando me dijo que le cogiera los melones, y yo le cogí los cocos (de duros, feos y peludos). Y me tocó los huevos, pero me dijo que me iba a chupar las patatas, porque estaban todas raras y arrugadas.
Y me amorré allí abajo y empecé a mover la lengua. Se me puso un pelo en la lengua... ahora ya entiendo la dicha popular de “Ahoga más un pelo de higo que la maroma de un barco (o era que tira?)”. Y después bajó ella al pilón. Come butifarra- dije. Será longaniza de pascua- dijo ella.
Cuando se la estaqué, aquello parecía una campana. Pero no porque tocaba de alegría. Era porque entre que yo tengo poquito, y ella mucho... incluso hacía eco a cada golpecito que pegábamos. La chica dijo:
- A eso que tienes entre piernas no sé si llamarlo la torre de Pisa o las torres gemelas.
- Porque son unos monumentos?- respondí yo.
- No, porque no sé qué es peor, que esté torcida o que sea una cosa que se queme tan rápidamente y se desplome tan deprisa.